¡¡Alarma!! Cuando suena la palabra más temida por todos en
un aeropuerto la piel se pone de gallina y los pelillos se erizan. Así nos
sentimos todos en el día de hoy.
Muchas veces, cuando facturas la maleta de un pasajero, ni
te imaginas lo que éste puede portar. Éste pasajero era una personal normal y
corriente, como usted y yo. El caballero venía con su maleta, que pesaba no
mucho más de 18 kilos, ningún problema… Y ahí van las preguntas de rigor a
cualquier pasajero viajando con equipaje documentado:
¿Hizo usted su maleta? ¿la perdió de vista en algún momento?
¿Alguien le dio un paquete con contenido desconocido? ¿Lleva líquidos
inflamables o artículos peligrosos en su maleta?, etc., etc., etc. Respuestas estándar
del pasajero: No, no, no, no y no.
Hasta aquí todo normal. El pasajero recibe su tarjeta de
embarque y es convocado en la sala correspondiente a su vuelo.
El señor se va tan tranquilo y mientras su maleta recorre la
cinta en dirección al mundo oscuro y tenebroso de los muelles de carga de
equipaje, el trabajador siente esa sensación de… cierto desazón, pero nunca sabes
muy bien si es porque se te olvidó apagar la plancha al salir de tu casa o si por el
contrario algo te ha resultado extraño y no sabes muy bien el qué.
Ejemplo de puestos de facturación. No se correposden con la aerolínea citada en el artículo
De repente, y sin aviso previo las cortinas que permiten el
acceso de las maletas a la zona de equipaje se cierran. Es raro, porque sólo se
cierran por dos motivos: nadie utiliza la cinta por unos minutos o por
necesidades de seguridad. Más aún te sorprendes cuando pasas tu tarjeta una y
otra vez y no puedes abrir… algo huele a chamusquina. Llamas a tu supervisor,
que normalmente está en la oficina supervisando que el café está calentito, y
él te dice que no sabe qué pasa y que llamará a mantenimiento del aeropuerto.
Dos minutos después me llamará diciendo que todo funciona bien y que el sistema
esta detenido por causas que desconoce.
Cuando uno lleva años trabajando en el aeropuerto se da
cuenta de cuándo algo está pasando, es como que se huele en el ambiente. Así
que, previo permiso de la persona apropiada, me acerco al muelle de carga, a
ver qué pasa. Y cuál es mi sorpresa que me encuentro a dos miembros de la
seguridad del aeropuerto custodiando la entrada: “no se puede pasar” me espetan
sin esperar a que les haga ni media pregunta. Aquí huele ya no a chamusquina,
esto es un incendio en toda regla.
Minutos después tenemos numerosos pasajeros en la cola,
esperando poder enviar sus equipajes. No hay forma. Ya era bastante obvio que
algo pasaba y que, lejos de querer alarmar a nadie, y menos a los pasajeros,
nosotros inventábamos excusas pueriles y lamentables del estilo de: “no hay
luz, estamos esperando a alguien que lo arregle, ha sido éste que es un
listillo y lo ha roto” y similares. Sin
embargo, la situación se vuelve tensa con el paso de los minutos y uno termina
reconociendo que desconoce lo que pasa, pero que el aeropuerto está cerrado a
la facturación de maletas.
Como 45 minutos después del “cierre” de la cortina me dicen
que tengo que embarcar un par de vuelos en sendas puertas de embarque. Camino
de la sala asignada, y mirando por la cristalera del aeropuerto, no se veía ni un
solo carrito de maletas. Yo pensé “buena tienen que tener liada allí abajo”.
Fue en ese momento cuando me imagine que buscaban algún artículo prohibido que
se encontraba en alguna de las maletas escaneadas, pero ¿qué era? Obviamente no
era una bom… (sí esa palabra prohibida en el aeropuerto)ba porque ya habrían
desalojado todo, ¿serían drogas? ¿Sería aquella maleta que te produjo cierto
repelús cuando andaba camino de la cinta principal de maletas? Las preguntas se
amontonaban en mi mente mientras me dirigía a una puerta de embarque bastante
lejana.
De repente, mi teléfono sonó. Era raro, tengo bien dicho que
mientras trabajo no me llamen, pero la curiosidad me pudo, me metí en un rincón
y respondí a la llamada. ¿Quién es? Dije someramente. Era mi amigo Álvaro,
también trabajador del aeropuerto pero en otro departamento de la misma
aerolínea… ¿Qué pasa tío? ¿Por qué me llamas? Tengo una buena que contarte…
dime –le respondí- que me tienes en ascuas. ¿Sabes por qué cerraron el muelle? ¡¡Han
encontrado una pistola y varias cajas de munición en una de las maletas!! Y es
de un pasajero nuestro. De repente un nudo en el estómago me impedía apenas
articular palabra, ¿y cuándo, cómo? Ha sido hace un rato –continuó- han
encontrado la maleta de uno que volaba con nosotros, saltó la alarma en los
rayos X, lo pararon todo y revisaron todas las maletas. El tipo ya está
detenido. Ahora en dos minutos vuelven a abrir todo.
Aún sigo preguntándome si aquel pasajero que me hizo
sospechar fue el que llevaba el arma, y creo que me quedaré siempre con la
duda, porque ya no te dicen nada.
Valga aclarar que en algunas aerolíneas está permitido
llevar armas en el compartimento de carga, pero tienen que cumplir unas normas
y seguir unos procedimientos especiales de documentación con la Guardia Civil o
el cuerpo de policía que corresponda. Me temo que no fue el caso de este
pasajero imprudente y un tanto iluso que llevaba un arma y varias cajas de
munición en una maleta normal. Por lo pronto, se le va a caer el pelo, ya
veremos si cuando le crezca se le vuelve a caer o no…
Esto es otra historia de Operación-normal en cualquier
aeropuerto
No hay comentarios:
Publicar un comentario